Ante los ojos humanos se presenta un mundo a cada instante. Como pequeños seres están dentro de sus cabecitas observando y sintiendo el entorno gracias a capacidades biológicas; tocan, huelen, oyen, degustan y ven por las ventanas de los sentidos lo que hay a su alrededor. Conviven con otras personas que también, encerradas en su cuerpo, la cárcel del alma como dice Platón, los perciben. Esta interacción social conlleva a la transmisión de patrones de conducta que como esquemas mentales modelan las vidas humanas y los instan a seguir caminos estereotipados y entendidos como correctos.
Las personas viven en un mundo regido por leyes físicas como la ley de gravedad, de la inercia o de la conservación de la materia y energía; leyes interpretadas por códigos algebraicos tan exactos que les aseguran que esos fenómenos físicos son reales, patentes y evidentes, éstas dicen claramente que existimos, que mas allá de nosotros hay existencia; y que por el hecho de existir somos reales como también lo que hay más allá de nosotros.
Pero cada humano lo percibe de una manera distinta. La posición (temporal o espacial) que toma una persona al advertir un suceso determina su perspectiva. La perspectiva es la característica que toman las cosas reales al ser percibidas.
Es por esto que muchas veces se relaciona con la veracidad, por ejemplo cuando en un dibujo no hay planos lejanos y cercanos o hay discordancia entre los tamaños, pensamos que podría ser un dibujo surrealista, o uno mal hecho si notamos que tiene intenciones de ser un dibujo que retrate algo real. Entonces la particularidad que tiene un dibujo realista además de la delicadeza del trazo, es la precisión en cuando a dimensiones, formas, sombras y perspectivas. La definición que tiene la RAE sobre perspectiva artística, dice “Arte que enseña el modo de representar en una superficie los objetos, en la forma y disposición con que aparecen a la vista” como se puede ver, la perspectiva de una pintura o dibujo está dada por si lo advierte un ojo espectador o bien si refleja el punto de vista de un sujeto, esa es la característica que lo hace ver real.
Lo que percibe el sujeto entonces esta dado por una perspectiva particular que le da la categoría de real a lo que está sintiendo, pero ese punto de vista es uno entre las muchas posibilidades de ver un hecho u objeto, es una parte de las cosas, sin embargo es la única y real para el sujeto.
Esa fracción de realidad es la que se convierte en significativa para el sujeto ya que a partir de ella podrá construir el gran resto de la “imagen” o suceso que no logra percibir, ya sea por factores temporales o materiales.
Esta condición humana puede ser explicada comparándola con la relatada en la “Alegoría de la Caverna” de Platón.
“...En una caverna subterránea, con una entrada tan grande como la caverna toda, abierta hacia la luz imagina hombres que se hayan ahí desde que eran niños, con cepos en el cuello y en las piernas, sin poder moverse ni mirar en otra dirección sino hacia delante, impedidos de volver la cabeza a causa de las cadenas. Y lejos y en alto, detrás de sus espaldas arde una luz de fuego, y en el espacio intermedio entre el fuego y los prisioneros, asciende un camino, a lo largo del cual se levanta un muro, a modo de los reparos colocados entre los titiriteros y los espectadores, sobre los que ellos exhiben sus habilidades.
Glucón: Me lo imagino perfectamente
Sócrates: Contempla a lo largo del muro hombres que llevan diversos vasos que sobresalen sobre el nivel del muro, estatuas y otras figuras animales en piedra o madera y artículos fabricados de todas las especies... ¿crees que los prisioneros puedan ver alguna otra cosa, de sí mismos y de los otros, sino la sombra proyectada por el fuego sobre la pared de la caverna que está delante de ellos? ...¿y también de la misma manera respecto a los objetos llevados a lo largo del mundo? Y si pudieran hablar entre ellos, ¿no crees que opinarían de poder hablar de estas [sombras] que ven como si fueran objetos reales presentes? ...Y cuando uno de ellos fuese liberado, y obligado a alzarse repentinamente, y girar el cuello y caminar, y mirar hacia la luz... ¿no sentiría dolor en los ojos, y huiría, volviéndose a las sobras que puede mirar, y no creería que estas son más claras que los objetos que le hubieran mostrado?... Y si alguien lo arrastrase a la fuerza por la espesa y ardua salida y no lo dejase antes de haberlo llevado a la luz del sol, ¿no se quejaría y se irritaría de ser
arrastrado, y después, llevado a la luz y con los ojos deslumbrados, podría ver siquiera una de las cosas verdaderas?...”
Amarrados a nuestros sentidos y a las leyes de la física, no somos capaces de ver la realidad como tal, solo una aproximación a ella, solo un punto de vista, muchas veces limitados por factores físicos, psicológicos o culturales, es decir, vemos “sombras” de realidad. Y construimos una vida en la caverna, opinamos que lo que vemos son “objetos reales presentes”, imaginamos todo un mundo de imágenes e historias a partir de esa realidad limitada. Construimos lo que para los prisioneros de la caverna está detrás del muro, lo irreal, lo ausente.
Como dice Sartre en su libro “Lo imaginario”, lo irreal es “objetos que no he visto ni veré nunca, pero que no por eso dejan de ser objetos irreales, objetos que no existen en el cuadro, ni en ninguna parte del mundo pero que se manifiestan a través de la tela” refiriéndose a una obra de arte que por el conjunto de objetos irreales calificaría de bello.
En los últimos capítulos de Lo Imaginario, Sartre plantea que lo irreal es objeto de la conciencia imaginante, el objeto imaginado es un ser dado-ausente, ya que el objeto está para la conciencia como lo que no está en el mundo.
Los individuos por ende construyen la porción irreal para darle sentido a la realidad y finalmente su mundo es mitad real, mitad imaginario. Esa construcción no es al azar, está determinada por los “esquemas mentales” que les entrega la cultura en la que están inmersos. Como dice Francisco Varela: “... las revoluciones científicas tienen un tiempo de percollar a el sentido común, porque el sentido común se nutre de lo que lee… de lo que la gente dice, de lo que aparece en los textos... Naturalmente hay una evolución muy lenta… ahora, yo no creo para nada que esta manera, esta interpretación de mirar el mundo sea una cosa de predisposición del ser humano, es un fenómeno histórico caracterizado por ciertos eventos e hitos de occidente, y que si uno frecuenta otras tradiciones (japonesa o budista) la gente parte de otra comprensión de las cosas…”, el biólogo y filósofo agrega con respecto al sentido común: “…obedece a un contexto histórico, tiene un contenido, pero esta tan metido en los huesos de la gente que no da a lugar a reflexión…”, he ahí el punto.
Estos “esquemas mentales” son como paquetes de información que se arman en base a la frecuencia de la aparición de ciertos sucesos y conforman modelos de conducta que a partir de analogías nos indican como operar en situaciones nuevas, éstos facilitan nuestra adaptación y ayudan a la sobrevivencia.
Lo complejo de los esquemas mentales es que, de cierto modo, simplifican la vida, pero a un costo muy alto, ya que distorsionan la realidad, poniendo en lo imaginario una realidad impuesta, quizás cómoda, que lleva muchas veces a olvidarse de que hay otras posibilidades y que aquella impuesta por la cultura solo es un consenso colectivo, no una verdad absoluta.
Cuando las personas se proyectan, lo hacen basándose en el presente, como diría San Agustín en su “Aporía del Tiempo”, el futuro no es más que una imagen deseada basada en acontecimientos del ahora. Esos sucesos que ya existen podríamos decir que son “reales” y que la proyección es “irreal”, con la salvedad de que es una irrealidad potencialmente real. Es decir, la parte real que logramos percibir es significativa para construir la parte irreal, como nuestro presente es significativo para construir el futuro.
Entonces, ¿Qué define nuestro futuro? Somos nosotros los forjadores, sin duda, pero a partir de nuestras expectativas del futuro vamos hilando el tejido de nuestras vidas.
Si el futuro es lo irreal y lo imaginamos a partir de los modelos mentales que pertenecen a nuestra cultura, transmitidos de generación en generación, podemos entender que imaginamos nuestro futuro bajo los cánones que pertenecen a nuestra sociedad.
En la sociedad occidental actual hay ciertas normas e ideas que conforman un estereotipo de vida entendido como el correcto. Existe un imaginario colectivo que sostiene patrones como “la familia bien constituida” las niñas señoritas y los niños valientes, niñez y adolescencia con la meta de llegar a la universidad, casarse con un buen hombre o mujer, tener hijos, y responder en una vida laboral que se espera tenga frutos económicos. Ésta forma de hacer las cosas es abalada por los distintos agentes de una sociedad como la occidental, promovida a través de la educación formal e informal y por los medios de comunicación.
Estos patrones no son negativos, pero si son determinantes a la hora de hablar de prejuicios, quién se sale de esos canones debe buscar la forma de validarse ante la sociedad para poder explicar por qué las cosas no salieron como “todos” esperaban. Las presiones sociales se hacen patentes a la hora de hablar del matrimonio y los hijos. Mujeres infértiles, personas para las que el matrimonio no es trascendente al momento de pensar en familia, homosexuales, divorciados; muchas personas que deben dar cuenta ante una sociedad que finalmente los castiga, ya sea sin protección legislativa ante su patrimonio, juicios que duran años o la dolorosa exclusión.
Los medios de comunicación masivos son decisivos al momento de hablar de influencia, ya que la mayoría del tiempo están promoviendo estereotipos que representan modelos a los que sólo se puede acceder por el medio económico. Un auto que te de prestigio, la casa de tus sueños en el “barrio alto” (como aquella nueva publicidad de “el nuevo barrio alto del centro”), un gimnasio donde tienes todas las máquinas que dejarán tu cuerpo como el de la modelo de la publicidad, el colegio donde tus hijos serán mejores, más competitivos, más exitosos, etc.
Nos muestran un estereotipo de vida que sigue los patrones sociales del “bien”, y bajo ellos, las personas van fijando sus metas. Esta simplificación de la vida lo único que produce es una sociedad menos pluralista, menos tolerante, más competitiva, más ciega, menos humana.
Las personas son etiquetadas de acuerdo a qué estudió, donde vive, qué hace, qué come, qué viste, etc. Estos prejuicios solo levantan muros entre los individuos. Y las personas se sienten cada día más solas en esta carrera por llegar a la meta, una meta difusa e impuesta. Actúan como autómatas sin preguntarse el por qué.
Quizás si se preguntaran ¿Esto es lo que quiero? ¿Cuál es la meta de mi vida? ¿Estoy seguro de que esto está bien? Las personas serían más consientes de sus actos y más responsables de sus vidas. Los modelos de conductas son solo un acuerdo social, no una ley, los individuos deberían ser capaces de cuestionarlos y adscribirse a ellos solo si les acomoda, sin el miedo de recibir represalias o discriminación.
La característica principal de los seres humanos es que son personas libres, libres de pensamiento y es eso lo que no deben olvidar. Como dice Sartre: somos artífices de nuestra vida, creadores de nuestro futuro.
miércoles, 26 de mayo de 2010
El imaginario colectivo de lo irreal.
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