Madrugada del Sábado, 3:33 am. Acababa de cerrar mi facebook, despedirme de mis amigos que aun quedaban en msn a esas horas y apagar mi notebook. Es ahí cuando comienza un fuerte movimiento telúrico 8.8° Richter con epicentro a 30 km de la ciudad de Concepción, que azota gran parte del centro sur de nuestro país.
Enseguida se corta la luz, se cae internet y la señal del celular, y nos vimos forzados a volver a lo mas rudimentario: las velas. Comenzamos a sentir la necesidad de saber que era lo que había ocurrido, ya que por lo menos para mí era difícil creer que había presenciado un terremoto (nunca había sentido uno y además fui muy afortunada y en mi casa no ocurrió ninguna desgracia).
A los minutos conecto la radio de mi celular y comenzamos a escuchar diversa información aun extremadamente insegura.
Al día siguiente alrededor de las 12:00 volvió la luz en mi casa y lo primero que hice fue prender la televisión. Al instante llenaron mi pantalla de imágenes de un destruido pueblo donde el agua se lo había llevado todo.
Comencé a sentir como esta catástrofe había llegado mucho más lejos de lo que yo había imaginado y que en muchos casos la tierra había remecido no sólo cientos de casas de adobe que no encontraron en su material el soporte ante tan fuerte movimiento y cedieron frente a los ojos atónitos de sus huéspedes, sino que también remeció corazones que ahora heridos y desamparados miran el devenir sin casa y sin familia en algunos casos.
En este punto de las crisis nacionales es cuando la prensa adquiere un rol fundamental. En primera instancia de informar certeramente y canalizar las voces de ayuda y luego de plantear la discusión que este sismo nos deja, como: ¿qué paso con la retrasada alerta de tsunami? O ¿quién responderá a las personas que sufren serios daños en sus departamentos o incluso los vieron desplomarse?
Al comienzo vi a los medios de comunicación muy comprometidos, y me pareció bien ver a los rostros de los noticieros trasladarse a las zonas de catástrofe. Pero luego de unos días pude advertir cierto afán figurativo y notas de un periodista ya no tan centrado en el otro, en la gente, sino en convertirse él en el protagonista de la historia de nos narra. El cada canal que sintonizaba podía ver una Soledad Onetto, un Amaro Gómez Pablos, una Macarena Puigrredon o una Vivi Kreutzberger, embarrados hasta las rodillas en medio de una ciudad destruida y con esa pregunta inoportuna en los labios: ¿Cómo se siente? Le preguntan a alguien que presencio la muerte de su familia y vio como la implacable fuerza del agua arrasaba con sus cosas, su casa, su barrio.
A los 4 o 5 días las noticias seguían siendo lo único que se podía ver o escuchar, y dentro de éstas solo había destrucción, desamparo, muerte, lástima, alarmismo. Yo me pregunto: si estos canales estuvieran realmente preocupados por llevar a las casas de todos: información seria y relevante que sirva principalmente para canalizar las manos solidarias, no estarían todos los medios agolpados en cierta situación (por ej. Saqueos) o cierta cuidad (por ej. Curanipe) y quizás harían algún esfuerzo por movilizarse a esos tantos otros pueblos pequeños, más alejados del epicentro que hasta hoy no reciben la ayuda necesaria.
Finalmente me queda decir que como muchas veces los medios de comunicación se salen de su rol fundamental: informar y formar opinión, y comienzan a trabajar de acuerdo a lo que vende, a lo que les da el famoso “rating”, que en casos como estos de extrema urgencia donde los medios son fundamentales, es tan fácil de conseguir. Por un lado los directivos ven la oportunidad favorecer a cierto bando político ya sea manipulando o censurando información, y por otro lado los rostros comienzan con el festival del codazo llegando a estar en pantalla durante horas seguidas.
Sin duda podemos hacer excepciones, pero en general creo que el tratamiento fue muchas veces más sensacionalista y menos comprometido con el rol social que tienen medios tan masivos como la televisión.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario