El 18 de agosto, asistí por primera vez en mi vida a una marcha, la movilización estaba convocada por la Confech (algo así como el centro de alumnos que rige todas las universidades), y se iba a marchar en contra de la privatización de la educación. Como verán más adelante ésta no pudo ser llevada a cabo.
Llegué sola, alrededor de las diez de la mañana a Plaza Italia, el lugar estaba más bien desocupado, a esa hora se encontraban varios equipos de prensa y representantes de unos cinco colegios, los alumnos secundarios no eran más de 500. Frente a ellos, más de diez carabineros en caballo y unos 20 a pie. Más lejos se encontraban “cucas” y “guanacos”, calculo que en conjunto eran diez vehículos de fuerzas especiales de carabineros. Noté que estaban totalmente organizados, hablaban por radio y se miraban, como si hubiera un grave problema o una amenaza. Con sus trajes parecían listos para ir a la guerra de Vietnam, todos de verde, con cascos de astronauta camuflado.
Las alumnas del Liceo 1 estaban al medio y en el frente, con una pancarta blanca que decía: “Liceo1 defendiendo la Educación Pública”. Camarógrafos gravaban las caras de las niñas mientras ellas vociferaban sus cánticos muy bien aprendidos. Me las imaginé en recreo anotando las letras de los gritos en la pizarra, cantando juntas, hasta que todas los aprendieran.
Así pasó la hora, y poco a poco comenzaron a llegar más estudiantes, ahora también universitarios. A las 11 de la mañana, estaba llenísimo. Habían llegado mis compañeros del ICEI, la gente de la Católica, muchas facultades de la Chile, otras universidades y colegios.
Como es natural, los alumnos de las universidades más tradicionales de este país tomaron la dirigencia del conglomerado y se ubicaron frente al contingente policial. Desde esa perspectiva, a unos 10 metros de los tortugas ninjas, podía ver como se desarrollaba la primera parte de una marcha. Los líderes de cada grupo iniciaban un canto que seguían las personas que se encontraban más cerca, en momentos se escuchaban cantos simultáneos, como atropellándose, pero otras míticas veces, quizás por un silencio repentino, el llamado se hacía extensivo espontáneamente y en un momento de coordinación mágica, muchísimas personas se unían en torno a un solo ritmo. Se sentía la potencia del mensaje y la fuerza con la que cantaban los concurrentes. En eso nos encontrábamos cuando llega un comentario de que la marcha que había sido autorizada, se desautorizó.
Mientras los dirigentes que se encontraban cerca de mí pensaban que hacer, y los alumnos seguían con el ritual agitador, vi un chorro de agua volar en las alturas hacia nosotros, cayó con una fuerza implacable sobre mis compañeros, algunos de ellos se alcanzaron a tapar con el lienzo de plástico que traían, en mi caso no fue así y mi espalda sintió el golpe. En cosa de 1 o 2 segundos comenzaron a escucharse bombazos.
Aún no tenía miedo, comencé a correr en dirección contraria de donde venía el chorro, mientras sentía la picazón que había provocado en mi piel el agua del guanaco. En cosa de 15 segundos, ya no podía ver, ni respirar, el gas lacrimógeno estaba haciendo efecto en mí. Claramente perdí de inmediato a todos mis compañeros mientras intentaba caminar entre esos cementos que dividen el pasto de la arnilla sin caerme, y tratando de esquivar a los cientos de estudiantes menores que yo, que corrían despavoridos por un poco de aire sin gas.
Estaba en esa búsqueda realmente desesperada cuando una bomba o un zorrillo, no sé bien qué, tira justo el gas a mi lado, mi pañuelo empapado ya no servía de mucho y los llantos de las niñas a mi alrededor me tenían histérica. Así fue como troté (temía correr y que el gas entrara aún más en mis vías respiratorias) hacia una calle pequeña.
Cuando estaba entrando ya no podía respirar, la sensación era como que me quemaran la piel de la espalda y los brazos, a la vez que la garganta y los pulmones ardían como si hubiera jalado un concentrado de ají muy fuerte, los ojos lloraban como frente a una súper-cebolla, agregado a eso :el terror.
En ese intento de mantenerme caminado, escucho que no vayamos por ahí, que vienen los pacos por la otra salida, una de las universitarias insta a que levantáramos las manos, en señal de rendición, todos lo hicimos y como no quedaba otra, caminamos lentamente hacia los carabineros con las manos en alto. A pesar del gesto tiraron otra bomba en el callejón, estábamos atrapados, aún tratando de reponernos, y nada que hacer, correr.
Llego a una esquina llorando, y me encuentro con una fila de carabineros con escudo... como no podía ver bien, y lo único que quería era cruzar Vicuña Mackenna, choqué contra uno de ellos, me empujó con el escudo y me miró con una cara de satisfacción única.
Mojada seguí caminando mientras le pedía un limón a un niño, ya podía respirar, pero el calor en mi piel era insoportable. Me encuentro con una amiga, comienzo a preocuparme por los demás y a buscarlos, mientras caminaba se escuchaba que desde atrás todos corrían, una vez más nos perseguían, la angustia y la rabia se respiraba, todos gritaban ¡Esto no es justo!, ¡No alcanzamos a dar ni un paso! Y llegaron de nuevo, el aire inyectado de dolor se hizo presente ya no solo para nosotros, si no que para oficinistas y trabajadores.
Corrí despavorida nuevamente, y con terror de que apareciera un zorrillo, intenté entrar a un almacén o a un local, pero la gente nos cerraba las puertas. Como si fuese un delincuente me escondí tras de un auto, me sentía perseguida y en verdadero peligro, nunca había sentido que algo pudiera atentar contra mi vida, contra mi integridad física de esa forma, tengo contemplados en mi mente accidentes, enfermedades, pero que el gobierno ponga a los carabineros (según me comentaron) de 5 comunas, listos y dispuestos, a hacerme vomitar, desmayarme y hasta quizás quedar gravemente herida por las pisadas de mis compañeros.
Me encontré con otra amiga mientras caminaba, y decidí escapar a alguna micro que me acercara a mi casa. En la micro pensaba: ¿para que me metí en esto?, y la respuesta estaba en mi ropa.
Mi polerón blanco estaba manchado de sangre, posiblemente alguien se me había caído encima o algo así. Quedé petrificada cuando me di cuenta, y comprendí el nivel de violencia que había presenciado. “Debemos luchar contra esto” fue mi conclusión.
Si, aun estoy choqueada, no cabe en mi mente que alguien, o algo como el estado pueda venir y maltratarme porque no le gusta lo que hago y es eso lo que alego. Por mi parte, comprare una mascarilla de esas bacanes para que no me hagan daño las lacrimógenas.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Agnóstica v/s Creyente Católica
Agnóstica v/s Creyente Católica
-¿Y tú de que religión eres?
-Agnóstica, creo en una fuerza superior no más, en la que confío. La verdad es que me dan miedo las religiones en general, me dan mala espina, no entiendo por qué alguien deja que le pongan reglas morales. Y tú?
-Pucha, católica. Pero sabí que, no pienso como tú. Mis papas de chiquitita me llevaron a la iglesia, e ir a misa, hacer la primera comunión y todo eso, más que limitarme, me muestra el camino, me enseña. Y a ti no te bautizaron?
-No!, nada de eso, en general mi familia es católica, pero mi mama piensa igual que yo, siempre quiso que la religión fuera un tema de elección, osea, si yo quería, ya grande, convertirme al catolicismo lo podía hacer, pero ella siempre me mostró que uno puede vivir sin necesidad de que exista una institución que dirija tus pensamientos y acciones.
-Ay! Pero si no es eso. El cura te aconseja, los de la parroquia son amigos con los mismos valores, que tiene de malo eso, de hecho, mucho de nuestro trabajo va dirigido al prójimo.
-Si, si entiendo eso de la solidaridad, y lo comparto, pero no encuentro la necesidad de que esté mezclado con una forma de pensar, podrían ser grupos de personas con voluntad de ayudar no más. Aparte que estén mezclados los curas en todo esto me da nervio, esos caballeros no deberían estar cerca de los niños, me dan como asco.
-Pero como dices eso, es una falta de respeto. Yo conozco curas excelentes personas, de toda la vida y nunca los he visto en actitudes extrañas con mis hermanos ni con los miembros de la iglesia, hay algunos jóvenes, como santos.
-Ves que la iglesia te ciega… acaso no has visto en la tele los miles de casos de curas violadores, que aparte de violar niños, se meten con las monjas, y que encima de todo, las autoridades de tú iglesia esconden los hechos y no permiten que la justicia haga lo suyo.
-Pero esos son casos puntuales, un gran error de la iglesia, es verdad, ellos ya no deberían ejercer como curas, pero no por ellos todos los curas son malos. Es una hermosa forma de llevar la vida, imitando a nuestro señor Jesucristo.
-Mira, con respecto a los curas, no digo que sean malas personas, pero la vida anti-natural que llevan es un factor de riego para los niños y niñas que están cerca. Imagínate, deben tener sueños mojados todas las noches, se me hace a que la tienen parada todo el día, mas acomulados los pobres, no me explico como pueden creer, ellos y las monjas, que “su dios” los ha llamado a ese terrible sacrificio, jajaja.
-Ay, como si no pudieran vivir sin sexo, eso es algo que se le entrega a la persona que uno ama, a ella y nadie más, y si tu amor más profundo es hacia dios, él te dará la fortaleza para no pecar.
-Realmente que pena que pienses que el placer sexual sea un pecado, la lujuria es una pulsación natural, que entrega felicidad y placer a quien la sabe aprovechar. Y siguiendo con eso de la supuesta vida de tu señor Jesucristo. ¿No te basta con las pruebas científicas y antropológicas de que es prácticamente imposible que él no haya tenido esposa e hijos a los 13 o 14 años? O que crees que hizo entre los 12 y los 33?
-Pero si las sagradas escrituras lo dicen, el nació del espíritu santo, vivió, entregó el evangelio y luego murió por todos nosotros, para revivir tres días después. Eso es así, no hay duda.
-Pero lo que me dices es como un cuento de niños, es imposible, es una invención basada en otras invenciones creadas por un grupito de humanos que se hicieron la media fortuna gracias a las necesidades de un pueblo inseguro e inculto.
-Bueno, si vas a dudar de la existencia y divinidad de Jesucristo, nada más que hablar. No crees no más. No te ha tocado la mano de dios.
-Claramente no po. Y no quiero que me toque, porque eso significaría vivir la vida llena de miedos, límites, reglas, miraría todo a través de un tubo. Como decía un gran pensador, la religión es el opio del pueblo. La droguita que necesitan para sentirse seguros de que no llegarán al infierno que les inventó su dios. Yo por el contrario vivo libre y sin miedo. Y mejor aún, confiada de que hay una fuerza universal que me ama y me hace justicia, que todo es por algo y yo soy capaz de hacer lo que me proponga.
-Ya po, eso es lo mismo que mi dios…
-Quizás, pero el tuyo está bañado de sangre de las cruzadas, de sangre de castigos, lleva a cuestas las vidas de personas que no pudieron vivir libres y felices temiendo a un diablo y a un purgatorio, vidas condenadas a la insatisfacción. Una iglesia con miles de millones de dólares, que esconde a violadores de la justicia cívica. Y así, tu dios te tiene amarrada a líneas de un libro ficticio, escrito por otros humanos como tu, que no te dejan darte cuenta de lo infinitamente capaz que eres de ser feliz.
-Ya me tengo que ir, mi mama me está llamando, tengo que ir a una misa importante, en tres días se casa mi hermana por la Iglesia.
-Bueno, cuídate, deséale suerte a Claudia. Ojala sean felices. Y piensa en lo que te dije.
-No creo, sorry, pero yo soy muy feliz así, me siento tranquila.
-Demás, igual que un corderito que no conoce más allá del corral, también es feliz y se siente seguro, pero nunca conocerá la colina, ni el río, ni a una corderita que le de hijos, no correrá los peligros de vivir a la deriva y la felicidad de comer pasto regado por el rocío de la mañana.
-¿Y tú de que religión eres?
-Agnóstica, creo en una fuerza superior no más, en la que confío. La verdad es que me dan miedo las religiones en general, me dan mala espina, no entiendo por qué alguien deja que le pongan reglas morales. Y tú?
-Pucha, católica. Pero sabí que, no pienso como tú. Mis papas de chiquitita me llevaron a la iglesia, e ir a misa, hacer la primera comunión y todo eso, más que limitarme, me muestra el camino, me enseña. Y a ti no te bautizaron?
-No!, nada de eso, en general mi familia es católica, pero mi mama piensa igual que yo, siempre quiso que la religión fuera un tema de elección, osea, si yo quería, ya grande, convertirme al catolicismo lo podía hacer, pero ella siempre me mostró que uno puede vivir sin necesidad de que exista una institución que dirija tus pensamientos y acciones.
-Ay! Pero si no es eso. El cura te aconseja, los de la parroquia son amigos con los mismos valores, que tiene de malo eso, de hecho, mucho de nuestro trabajo va dirigido al prójimo.
-Si, si entiendo eso de la solidaridad, y lo comparto, pero no encuentro la necesidad de que esté mezclado con una forma de pensar, podrían ser grupos de personas con voluntad de ayudar no más. Aparte que estén mezclados los curas en todo esto me da nervio, esos caballeros no deberían estar cerca de los niños, me dan como asco.
-Pero como dices eso, es una falta de respeto. Yo conozco curas excelentes personas, de toda la vida y nunca los he visto en actitudes extrañas con mis hermanos ni con los miembros de la iglesia, hay algunos jóvenes, como santos.
-Ves que la iglesia te ciega… acaso no has visto en la tele los miles de casos de curas violadores, que aparte de violar niños, se meten con las monjas, y que encima de todo, las autoridades de tú iglesia esconden los hechos y no permiten que la justicia haga lo suyo.
-Pero esos son casos puntuales, un gran error de la iglesia, es verdad, ellos ya no deberían ejercer como curas, pero no por ellos todos los curas son malos. Es una hermosa forma de llevar la vida, imitando a nuestro señor Jesucristo.
-Mira, con respecto a los curas, no digo que sean malas personas, pero la vida anti-natural que llevan es un factor de riego para los niños y niñas que están cerca. Imagínate, deben tener sueños mojados todas las noches, se me hace a que la tienen parada todo el día, mas acomulados los pobres, no me explico como pueden creer, ellos y las monjas, que “su dios” los ha llamado a ese terrible sacrificio, jajaja.
-Ay, como si no pudieran vivir sin sexo, eso es algo que se le entrega a la persona que uno ama, a ella y nadie más, y si tu amor más profundo es hacia dios, él te dará la fortaleza para no pecar.
-Realmente que pena que pienses que el placer sexual sea un pecado, la lujuria es una pulsación natural, que entrega felicidad y placer a quien la sabe aprovechar. Y siguiendo con eso de la supuesta vida de tu señor Jesucristo. ¿No te basta con las pruebas científicas y antropológicas de que es prácticamente imposible que él no haya tenido esposa e hijos a los 13 o 14 años? O que crees que hizo entre los 12 y los 33?
-Pero si las sagradas escrituras lo dicen, el nació del espíritu santo, vivió, entregó el evangelio y luego murió por todos nosotros, para revivir tres días después. Eso es así, no hay duda.
-Pero lo que me dices es como un cuento de niños, es imposible, es una invención basada en otras invenciones creadas por un grupito de humanos que se hicieron la media fortuna gracias a las necesidades de un pueblo inseguro e inculto.
-Bueno, si vas a dudar de la existencia y divinidad de Jesucristo, nada más que hablar. No crees no más. No te ha tocado la mano de dios.
-Claramente no po. Y no quiero que me toque, porque eso significaría vivir la vida llena de miedos, límites, reglas, miraría todo a través de un tubo. Como decía un gran pensador, la religión es el opio del pueblo. La droguita que necesitan para sentirse seguros de que no llegarán al infierno que les inventó su dios. Yo por el contrario vivo libre y sin miedo. Y mejor aún, confiada de que hay una fuerza universal que me ama y me hace justicia, que todo es por algo y yo soy capaz de hacer lo que me proponga.
-Ya po, eso es lo mismo que mi dios…
-Quizás, pero el tuyo está bañado de sangre de las cruzadas, de sangre de castigos, lleva a cuestas las vidas de personas que no pudieron vivir libres y felices temiendo a un diablo y a un purgatorio, vidas condenadas a la insatisfacción. Una iglesia con miles de millones de dólares, que esconde a violadores de la justicia cívica. Y así, tu dios te tiene amarrada a líneas de un libro ficticio, escrito por otros humanos como tu, que no te dejan darte cuenta de lo infinitamente capaz que eres de ser feliz.
-Ya me tengo que ir, mi mama me está llamando, tengo que ir a una misa importante, en tres días se casa mi hermana por la Iglesia.
-Bueno, cuídate, deséale suerte a Claudia. Ojala sean felices. Y piensa en lo que te dije.
-No creo, sorry, pero yo soy muy feliz así, me siento tranquila.
-Demás, igual que un corderito que no conoce más allá del corral, también es feliz y se siente seguro, pero nunca conocerá la colina, ni el río, ni a una corderita que le de hijos, no correrá los peligros de vivir a la deriva y la felicidad de comer pasto regado por el rocío de la mañana.
Descripción ovalada de Juan Gómez Millas
El campus Juan Gómez Millas (JGM) de la Universidad de Chile representa en el imaginario colectivo un lugar donde los estudios y el carrete universitario se encuentran en un espacio común.
Y es así, durante años Gómez Millas ha sido uno de los centros neurálgicos del carrete no solo para alumnos de la Universidad de Chile, si no que también para jóvenes ajenos a éste.
El centro de estudios se encuentra en la comuna de Ñuñoa, en la esquina de las calles Macúl con Grecia. Ocupa más de una cuadra y resulta ser un pulmón verde en medio de tanto empinado edificio nuevo. En sus alrededores se emplaza la “Villa los Presidentes”, otro de los barrios típicos de la comuna que acompaña en esta labor ecológica con su gran parque.
Juan Gómez Millas es el único campus de la Universidad de Chile donde se albergan tan distintas ramas del conocimiento, es la casa de filósofos y literarios, científicos físicos y matemáticos, antropólogos, artistas, indecisos y hace menos de una década, comunicadores. Jóvenes que llegan cada mañana por distintas entradas a sus respectivas facultades, en busca de algo más que conocimiento académico. Y es que saben que Juan Gómez Millas y su paso por la U les dejará experiencias que muchas veces habrán aprendido fuera de la sala de clases, y son esas precisamente las que guardarán como reliquias.
JGM es quizás el paraíso del saber humanista clásico, donde todas las áreas del saber comulgan en un mismo lugar y se interrelacionan a través de jóvenes que ansiosos de conocer más, luego de una travesía logran internarse en los pastos de otra facultad, y como es común en una tarde de viernes, el carrete lo permite.
Entre canchas de fútbol y kioscos, son impartidas las clases que logran, como viento, encender en sus alumnos las llamas de conocimiento. Profesores endiosados caminan flotando ante la mirada admiradora de alguna alumna que ve en ellos la divinidad del saber encarnada bajo la evidente calvicie.
La novedad de hace rutina, y las conversaciones que elevadas por el alcohol tocan las copas de los árboles se vuelven cada vez mas comunes. Y muestran una vez más que el esparcimiento es donde finalmente se logra comprender aquello que durante la cátedra se tornó indescifrable.
Los edificios, cada uno con un estilo completamente particular, dejan caer de sus fachadas, los lienzos que como gritos enrostran la conclusión política a la que un grupo de alumnos llegó luego de alguna larga conversación. Los actos políticos son recurrentes en el campus, los alumnos comprenden una vez que entran en el mítico mundo de JGM, que son actores sociales, que son escuchados y que muchas veces deben hacerse escuchar.
Los llamados pastos, hoy son mas bien espacios de tierra con manchones verdes donde se acomodan los perros que abundan, cada uno con su personalidad, al igual que los jóvenes, quienes en busca de sombra o descanso, llegan al tronco de un árbol, a distraerse, a fumar.
Miles de personas han pasado por esta Universidad, cada una con sus ideas, su vestimenta, su cabello alborotado o liso, su grupo de amigos, el recuerdo de las conversaciones, esas que te abren un poco la mente, esas que te hacen ver mas allá de las nubes, cada una con sus ramos fáciles y con los que no pasó. Cada una entregó un poco, y vivió.
Todos juntos armaron un espíritu pluralista, relajado, inteligente y conciente. Se hace presente en la mente y convive con su gente, se transforma en una fuente y desde que llega, el joven ya no es un ente. Está patente, es el recuerdo de los ausentes y la lucha de los exponentes por un mundo que de repente no parece convincente.
Las botellas esparcidas en el pasto y las colillas son una señal del ambiente que se da en las
tardes, los jóvenes comparten siempre después de clases. La necesaria distensión se evidencia en sus caras a la mañana siguiente, sin embargo, llegan listos para atender la clase.
Una sincronía cultural. Política, arte, ideologías e ideales, sueños y fracasos, imbricados entre pastos y tierra, árboles, un espacio natural donde convive un calidoscopio de personas. Caminan se miran, se reconocen y se dan cuenta que atienden al mismo tipo de cuestionamientos, en ese sentido JGM es una semilla constante de conciencias.
El mundo de JGM, es fuera y dentro de las aulas un espacio de aprendizaje, la relación con los compañeros de otras carreras y con los profesores, es un intercambio constante de experiencias, juntos, se arma una conciencia que es capaz de transmitirse, y que crea un dialogo con la sociedad y uno introspectivo.
Bajo el alero de los árboles, una joven pensaba en retrospectiva. Recordaba cuando fue mechona y le decían, “cuando salgas de la U, ya no serás la misma”, ahora lo entendía.
Y es así, durante años Gómez Millas ha sido uno de los centros neurálgicos del carrete no solo para alumnos de la Universidad de Chile, si no que también para jóvenes ajenos a éste.
El centro de estudios se encuentra en la comuna de Ñuñoa, en la esquina de las calles Macúl con Grecia. Ocupa más de una cuadra y resulta ser un pulmón verde en medio de tanto empinado edificio nuevo. En sus alrededores se emplaza la “Villa los Presidentes”, otro de los barrios típicos de la comuna que acompaña en esta labor ecológica con su gran parque.
Juan Gómez Millas es el único campus de la Universidad de Chile donde se albergan tan distintas ramas del conocimiento, es la casa de filósofos y literarios, científicos físicos y matemáticos, antropólogos, artistas, indecisos y hace menos de una década, comunicadores. Jóvenes que llegan cada mañana por distintas entradas a sus respectivas facultades, en busca de algo más que conocimiento académico. Y es que saben que Juan Gómez Millas y su paso por la U les dejará experiencias que muchas veces habrán aprendido fuera de la sala de clases, y son esas precisamente las que guardarán como reliquias.
JGM es quizás el paraíso del saber humanista clásico, donde todas las áreas del saber comulgan en un mismo lugar y se interrelacionan a través de jóvenes que ansiosos de conocer más, luego de una travesía logran internarse en los pastos de otra facultad, y como es común en una tarde de viernes, el carrete lo permite.
Entre canchas de fútbol y kioscos, son impartidas las clases que logran, como viento, encender en sus alumnos las llamas de conocimiento. Profesores endiosados caminan flotando ante la mirada admiradora de alguna alumna que ve en ellos la divinidad del saber encarnada bajo la evidente calvicie.
La novedad de hace rutina, y las conversaciones que elevadas por el alcohol tocan las copas de los árboles se vuelven cada vez mas comunes. Y muestran una vez más que el esparcimiento es donde finalmente se logra comprender aquello que durante la cátedra se tornó indescifrable.
Los edificios, cada uno con un estilo completamente particular, dejan caer de sus fachadas, los lienzos que como gritos enrostran la conclusión política a la que un grupo de alumnos llegó luego de alguna larga conversación. Los actos políticos son recurrentes en el campus, los alumnos comprenden una vez que entran en el mítico mundo de JGM, que son actores sociales, que son escuchados y que muchas veces deben hacerse escuchar.
Los llamados pastos, hoy son mas bien espacios de tierra con manchones verdes donde se acomodan los perros que abundan, cada uno con su personalidad, al igual que los jóvenes, quienes en busca de sombra o descanso, llegan al tronco de un árbol, a distraerse, a fumar.
Miles de personas han pasado por esta Universidad, cada una con sus ideas, su vestimenta, su cabello alborotado o liso, su grupo de amigos, el recuerdo de las conversaciones, esas que te abren un poco la mente, esas que te hacen ver mas allá de las nubes, cada una con sus ramos fáciles y con los que no pasó. Cada una entregó un poco, y vivió.
Todos juntos armaron un espíritu pluralista, relajado, inteligente y conciente. Se hace presente en la mente y convive con su gente, se transforma en una fuente y desde que llega, el joven ya no es un ente. Está patente, es el recuerdo de los ausentes y la lucha de los exponentes por un mundo que de repente no parece convincente.
Las botellas esparcidas en el pasto y las colillas son una señal del ambiente que se da en las
tardes, los jóvenes comparten siempre después de clases. La necesaria distensión se evidencia en sus caras a la mañana siguiente, sin embargo, llegan listos para atender la clase.
Una sincronía cultural. Política, arte, ideologías e ideales, sueños y fracasos, imbricados entre pastos y tierra, árboles, un espacio natural donde convive un calidoscopio de personas. Caminan se miran, se reconocen y se dan cuenta que atienden al mismo tipo de cuestionamientos, en ese sentido JGM es una semilla constante de conciencias.
El mundo de JGM, es fuera y dentro de las aulas un espacio de aprendizaje, la relación con los compañeros de otras carreras y con los profesores, es un intercambio constante de experiencias, juntos, se arma una conciencia que es capaz de transmitirse, y que crea un dialogo con la sociedad y uno introspectivo.
Bajo el alero de los árboles, una joven pensaba en retrospectiva. Recordaba cuando fue mechona y le decían, “cuando salgas de la U, ya no serás la misma”, ahora lo entendía.
Monólogo exterior
¡Hola! me dijo, con esa cara medio inocentona que tanto la caracteriza, que ahora conozco tan bien, y hasta odio un poco. Caí, eso es todo. Sus ojitos que me titilaban y listo. Supongo que fue fácil para ella usar a un tipo como yo, medio decaído, con la espalda corvada y mirada de Hush Puppies. Usar? No, igual la entiendo a veces, medio caprichosa, conservadora, me quería, si, pero no como yo quería que me quisiera.
¡Hola! me dijo el día que nos conocimos. Me llamo Luna y tú? Con su gesto repentino me dejó encandilado, ciego, vulnerable. Y sediento de ella hasta hoy… Pero yo sé que siguiendo a Luna no llegaré lejos, no tan lejos como se pueda llegar.
Ese día dejó la puerta resentida. Sus gritos dejaron mi corazón y los vidrios trizados. Las cosas que dije no tienen sentido, ni ahora ni antes, no puedo detenerme, ponerme a pensar. Todas sus promesas cayeron fuerte y rápido, en segundos ya estaba en el total vacío. ¿Cómo dejé que las cosas llegaran hasta aquí? Que ella ocupara todo el lugar que tan solo mi alma debía ocupar. Hoy, no veo nada más que a mi soledad, me hundo en mi desesperación y no encuentro más salida que su huella invisible. La noche seguro que me alcanzará.
Y lo peor de todo, es que aún puedo recurrir a ella, cuando quiera, lo sé. Ella con su fingida superación vestida de calentura, me recibirá con los “brazos” abiertos. La última vez, cuando me iba a casa, le dije en el umbral de su puerta: No es que tu mirada me sea imposible, tan solo es la forma como caminás. Destruido. Su cuerpo, su olor, su mirada, la forma como camina al espejo a arreglarse el pelo. Las arrugas de sus pies. Vergüenza sentía de explicarle cuan amarrado estaba a sus sábanas, a su voz, a su risa, a su forma de pensar.
Necesito desprenderme, nuevamente estoy en el clímax de mi lucha, seguro, comprometido con la causa, codo a codo conmigo, listo para enfrentarla, enfrentarme. También he notado que es necesario encontrarme, para que cuando llegue el real vacío, no esté solo, y pueda estar acompañado del yo ausente, el yo postergado.
Lo intenté una vez, le comuniqué que ya no podíamos seguir así, tanta pelea, la familia, que ella iba a entrar a la universidad, que yo me voy de viaje a Australia. Millones de razones banales que no significan ningún argumento para dejarla, solo escondían mi miedo a aferrarme más. No le podía decir: quiero cuidarme de ti, no puedo cavar más hondo porque no podré salir.
Pero no me dejó. “Vamos mi cariño que todo está bien, esta noche cambiaré, te juro que cambiaré. Vamos mi cariño ya no llores más, por vos yo bajaría el sol, o me hundiría en el mar”. Un par de tiernas frases con esos ojitos de “Te amo” y me atacó el pensamiento como una daga por la espalda, pensé: esto parece verdad para mí. Y rodé, rodé por la colina, pero caí más hondo esa vez.
Pasaron tres meses. De cine, de helados baboseados, de cubrecama endurecido; risas, traguitos con los amigos. Íbamos de bien en mejor. Yo ni siquiera podía hilar un solo pensamiento, todo giraba en torno a sus necesidades y a las recompensas que ella me daba por hacerla feliz.
Era viernes y le preparé en su departamento su comida favorita, ella debía venir de la universidad, luego de un día agotador. Va a ser una velada hermosa, pensé. Con velas para hacerlo más cursi, aunque sabía que corría un riesgo, a la Luna no le gustan las cursilerías. 10:27 pm. Escucho las llaves introduciéndose en la cerradura, acompañadas por el vaivén del colorido llavero. De entrada era evidente que algo escondía, se mostró sorprendida por mi presencia. Antes de poder servir la comida, me dijo: Tenemos que hablar, conocí a alguien, creo que debemos terminar. Tú sabes que te quiero mucho, pero hace tiempo que estamos mal, y prefiero terminar ahora, antes de que las cosas se pudran más.
Me quedé pasmado… ¿Hace tiempo que estamos mal? ¡¿Conocí a alguien?! No supe cómo reaccionar. Solo le pedí que lo pensara, que lo hiciera por los dos, que no podía vivir sin ella, que haría cualquier cosa por recuperarla, que le daba el tiempo necesario para aclararse, pero que por favor no me dejara aquí. Sentía como si el edificio estuviera siendo atacado por terroristas suicidas en aviones robados, todo caía, se rompía, ardía en llamas.
Desconcertado. Me tomó cinco semanas aceptar lo que había sucedido, aquello que yo no pude hacer en meses, ella lo hizo con 7 frases. Me dan ganas de gritarle, pegarle, decirle lo que siento. Lo imagino: ¡Suena como un crimen lo que tú me has hecho, deberías ir a parar a la prisión! ¡Suena como un crimen que me hayas mentido, que hayas engañado a este corazón!
Mientras intento olvidarla y calmar estos pensamientos, seguiré caminando por las calles de Sidney, son casi las cuatro de la madrugada, mi casa brillaba cruzando ese mar.
¡Hola! me dijo el día que nos conocimos. Me llamo Luna y tú? Con su gesto repentino me dejó encandilado, ciego, vulnerable. Y sediento de ella hasta hoy… Pero yo sé que siguiendo a Luna no llegaré lejos, no tan lejos como se pueda llegar.
Ese día dejó la puerta resentida. Sus gritos dejaron mi corazón y los vidrios trizados. Las cosas que dije no tienen sentido, ni ahora ni antes, no puedo detenerme, ponerme a pensar. Todas sus promesas cayeron fuerte y rápido, en segundos ya estaba en el total vacío. ¿Cómo dejé que las cosas llegaran hasta aquí? Que ella ocupara todo el lugar que tan solo mi alma debía ocupar. Hoy, no veo nada más que a mi soledad, me hundo en mi desesperación y no encuentro más salida que su huella invisible. La noche seguro que me alcanzará.
Y lo peor de todo, es que aún puedo recurrir a ella, cuando quiera, lo sé. Ella con su fingida superación vestida de calentura, me recibirá con los “brazos” abiertos. La última vez, cuando me iba a casa, le dije en el umbral de su puerta: No es que tu mirada me sea imposible, tan solo es la forma como caminás. Destruido. Su cuerpo, su olor, su mirada, la forma como camina al espejo a arreglarse el pelo. Las arrugas de sus pies. Vergüenza sentía de explicarle cuan amarrado estaba a sus sábanas, a su voz, a su risa, a su forma de pensar.
Necesito desprenderme, nuevamente estoy en el clímax de mi lucha, seguro, comprometido con la causa, codo a codo conmigo, listo para enfrentarla, enfrentarme. También he notado que es necesario encontrarme, para que cuando llegue el real vacío, no esté solo, y pueda estar acompañado del yo ausente, el yo postergado.
Lo intenté una vez, le comuniqué que ya no podíamos seguir así, tanta pelea, la familia, que ella iba a entrar a la universidad, que yo me voy de viaje a Australia. Millones de razones banales que no significan ningún argumento para dejarla, solo escondían mi miedo a aferrarme más. No le podía decir: quiero cuidarme de ti, no puedo cavar más hondo porque no podré salir.
Pero no me dejó. “Vamos mi cariño que todo está bien, esta noche cambiaré, te juro que cambiaré. Vamos mi cariño ya no llores más, por vos yo bajaría el sol, o me hundiría en el mar”. Un par de tiernas frases con esos ojitos de “Te amo” y me atacó el pensamiento como una daga por la espalda, pensé: esto parece verdad para mí. Y rodé, rodé por la colina, pero caí más hondo esa vez.
Pasaron tres meses. De cine, de helados baboseados, de cubrecama endurecido; risas, traguitos con los amigos. Íbamos de bien en mejor. Yo ni siquiera podía hilar un solo pensamiento, todo giraba en torno a sus necesidades y a las recompensas que ella me daba por hacerla feliz.
Era viernes y le preparé en su departamento su comida favorita, ella debía venir de la universidad, luego de un día agotador. Va a ser una velada hermosa, pensé. Con velas para hacerlo más cursi, aunque sabía que corría un riesgo, a la Luna no le gustan las cursilerías. 10:27 pm. Escucho las llaves introduciéndose en la cerradura, acompañadas por el vaivén del colorido llavero. De entrada era evidente que algo escondía, se mostró sorprendida por mi presencia. Antes de poder servir la comida, me dijo: Tenemos que hablar, conocí a alguien, creo que debemos terminar. Tú sabes que te quiero mucho, pero hace tiempo que estamos mal, y prefiero terminar ahora, antes de que las cosas se pudran más.
Me quedé pasmado… ¿Hace tiempo que estamos mal? ¡¿Conocí a alguien?! No supe cómo reaccionar. Solo le pedí que lo pensara, que lo hiciera por los dos, que no podía vivir sin ella, que haría cualquier cosa por recuperarla, que le daba el tiempo necesario para aclararse, pero que por favor no me dejara aquí. Sentía como si el edificio estuviera siendo atacado por terroristas suicidas en aviones robados, todo caía, se rompía, ardía en llamas.
Desconcertado. Me tomó cinco semanas aceptar lo que había sucedido, aquello que yo no pude hacer en meses, ella lo hizo con 7 frases. Me dan ganas de gritarle, pegarle, decirle lo que siento. Lo imagino: ¡Suena como un crimen lo que tú me has hecho, deberías ir a parar a la prisión! ¡Suena como un crimen que me hayas mentido, que hayas engañado a este corazón!
Mientras intento olvidarla y calmar estos pensamientos, seguiré caminando por las calles de Sidney, son casi las cuatro de la madrugada, mi casa brillaba cruzando ese mar.
La doble vida de Javiera
Tomando las herramientas del teatro y del periodismo, decidió mezclar sus dos amores, las artes escénicas y la escritura. Actual dramaturga y directora de teatro, su nombre suena fuerte para el Altazor. Hoy nos cuenta sus experiencias más íntimas y abre las puertas de su casa.
Relajada se sienta en su sillón de mimbre para comenzar la entrevista. El vestido de lino blanco le da un aspecto maduro y hippie “Este estilo no me lo puedo sacar con nada, desde siempre y sin querer serlo fui la ‘hippita’ del grupo” dice con una amplia sonrisa. En una terraza llena de rincones adornados, plantas delicadamente escogidas y sonidos de colgantes de madera y campanas, Javiera se muestra como lo dueña de casa que es, simpática y maternal atiende a su hijo más pequeño, Darío de dos años. Nos sirve pasteles y galletas hechas por ella y jugo natural.
Luego de un dialogo distendido, la dramaturga y periodista licenciada de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, Javiera Martinez, nos hace pasar a lo que ella llama “el lugarcillo para pensar”, una suerte de biblioteca-oficina-salita de estar, decorada de libros en las paredes, con cuadros y detalles sin dejar espacio libre, un escritorio con papeles y un computador, y dos sillones listos y dispuestos para sostener nuestros cuerpos y una larga conversación.
— ¿Qué significó en tu carrera literaria y de dramaturgia haber estudiado periodismo?
—Aprendí muchas cosas en esos cinco años, en general no era una alumna destacada, nunca me gustó mucho esa cosa medio formal del periodismo, me aburrían las notas, los reporteos, la verdad es que nunca me vi trabajando de por vida en eso. Sin embargo, fue ahí donde entendí mi gusto por el estudio y la escritura, fue una época de mi vida rica en experiencias que me abrió los ojos en muchos aspectos.
—¿ Que te motivó a dejar Chile y irte a vivir sola y joven a Francia?
—Fueron muchas cosas en realidad, yo siempre tuve muchas ganas de viajar, estaba dentro de los planes ir a estudiar antropología o teatro afuera. Pero tuve que irme antes de lo presupuestado. En marzo del 2016 decidí irme de Chile sola, yo estaba trabajando súper bien en un diario nacional, pero el golpe de estado y la dictadura que empezaba nuevamente en nuestro país era algo, que yo siempre supe, no podría soportar. Pedí asilo en Francia, me lo dieron y comencé una vida totalmente distinta allá, conocí mucho y me instruí en lo que realmente me gustaba, el teatro.
La experiencia Jodo.
Luego de pasar dos años trabajando y estabilizándose en la nueva ciudad de París, la actual destacada dramaturga entró a estudiar teatro en la University of London Institute in Paris. “En un principio trabajé de niñera, limpiando casas, después colaboré en una revista para latinos, y terminé, aunque no lo crean de telefonista, siempre fui buena para los idiomas y el acento que le agarré al francés parece que les gustaba, jajajajaja. Y así me las fui arreglando”. En esa búsqueda de trabajo fue que, premeditadamente, pidió empelo de mesera en un café parisense llamado Le Téméraire de la avenida Daumesnil, cerca del Gare de Lyon. Donde el aclamado escritor y psicomago chileno, Alejandro Jodorowsky, da clases de tarot y psicomagia.
—¿Cómo fue que te hiciste amiga íntima de Jodorowsky?
— Yo desde chica era admiradora de su trabajo, leí sus libros y vi sus películas, no podía perder la oportunidad de conocerlo si estaba viviendo en París. La verdad es que no recuerdo tan claramente como se dieron las cosas para que termináramos trabajando juntos, se que conversábamos mucho cuando aún yo trabajaba ahí, y se formó una amistad, nos llevábamos bien, hablábamos en la misma frecuencia. Luego cuando él supo que yo estudiaba teatro, un día me pidió que actuara para uno de los ritos, y de ahí no paré. Comencé a trabajar en la consulta, para él, pero nuestra relación siempre fue más profunda que solo laboral. Cuando supo que yo me venía a Chile en el verano del 23 me propuso lo de la consulta de psicomagia en Santiago. Yo acepté feliz.
Han pasado otros siete años desde que arribó en Chile totalmente renovada, con pareja y un niño. Hoy, con cinco hijos, Rubén, el mayor, nacido en su primer año de teatro en Francia; León de siete; las gemelas Laura y Marina, de cinco años; y el conchito, Darío. Lleva una vida ajetreada, entre la reciente obra “Hojas que caen muertas” de la cual es autora y directora, y la consulta que cada día recibe más interesados en conocer la psicomagia, el tiempo que le queda se lo dedica cien porciento a su familia según cuenta.
La vida doble siempre ha sido una característica que la persigue, aquí en su ambiente es una madre tierna y comprensiva, pero fuera es una fiera de las comunicaciones y la escritura. Sin poder elegir un solo camino, decidió irse por el filo de la navaja, coqueteando con el periodismo y el teatro, sin definirse. Como ella dice “No hay que catalogarse, hay que amarse”
Relajada se sienta en su sillón de mimbre para comenzar la entrevista. El vestido de lino blanco le da un aspecto maduro y hippie “Este estilo no me lo puedo sacar con nada, desde siempre y sin querer serlo fui la ‘hippita’ del grupo” dice con una amplia sonrisa. En una terraza llena de rincones adornados, plantas delicadamente escogidas y sonidos de colgantes de madera y campanas, Javiera se muestra como lo dueña de casa que es, simpática y maternal atiende a su hijo más pequeño, Darío de dos años. Nos sirve pasteles y galletas hechas por ella y jugo natural.
Luego de un dialogo distendido, la dramaturga y periodista licenciada de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, Javiera Martinez, nos hace pasar a lo que ella llama “el lugarcillo para pensar”, una suerte de biblioteca-oficina-salita de estar, decorada de libros en las paredes, con cuadros y detalles sin dejar espacio libre, un escritorio con papeles y un computador, y dos sillones listos y dispuestos para sostener nuestros cuerpos y una larga conversación.
— ¿Qué significó en tu carrera literaria y de dramaturgia haber estudiado periodismo?
—Aprendí muchas cosas en esos cinco años, en general no era una alumna destacada, nunca me gustó mucho esa cosa medio formal del periodismo, me aburrían las notas, los reporteos, la verdad es que nunca me vi trabajando de por vida en eso. Sin embargo, fue ahí donde entendí mi gusto por el estudio y la escritura, fue una época de mi vida rica en experiencias que me abrió los ojos en muchos aspectos.
—¿ Que te motivó a dejar Chile y irte a vivir sola y joven a Francia?
—Fueron muchas cosas en realidad, yo siempre tuve muchas ganas de viajar, estaba dentro de los planes ir a estudiar antropología o teatro afuera. Pero tuve que irme antes de lo presupuestado. En marzo del 2016 decidí irme de Chile sola, yo estaba trabajando súper bien en un diario nacional, pero el golpe de estado y la dictadura que empezaba nuevamente en nuestro país era algo, que yo siempre supe, no podría soportar. Pedí asilo en Francia, me lo dieron y comencé una vida totalmente distinta allá, conocí mucho y me instruí en lo que realmente me gustaba, el teatro.
La experiencia Jodo.
Luego de pasar dos años trabajando y estabilizándose en la nueva ciudad de París, la actual destacada dramaturga entró a estudiar teatro en la University of London Institute in Paris. “En un principio trabajé de niñera, limpiando casas, después colaboré en una revista para latinos, y terminé, aunque no lo crean de telefonista, siempre fui buena para los idiomas y el acento que le agarré al francés parece que les gustaba, jajajajaja. Y así me las fui arreglando”. En esa búsqueda de trabajo fue que, premeditadamente, pidió empelo de mesera en un café parisense llamado Le Téméraire de la avenida Daumesnil, cerca del Gare de Lyon. Donde el aclamado escritor y psicomago chileno, Alejandro Jodorowsky, da clases de tarot y psicomagia.
—¿Cómo fue que te hiciste amiga íntima de Jodorowsky?
— Yo desde chica era admiradora de su trabajo, leí sus libros y vi sus películas, no podía perder la oportunidad de conocerlo si estaba viviendo en París. La verdad es que no recuerdo tan claramente como se dieron las cosas para que termináramos trabajando juntos, se que conversábamos mucho cuando aún yo trabajaba ahí, y se formó una amistad, nos llevábamos bien, hablábamos en la misma frecuencia. Luego cuando él supo que yo estudiaba teatro, un día me pidió que actuara para uno de los ritos, y de ahí no paré. Comencé a trabajar en la consulta, para él, pero nuestra relación siempre fue más profunda que solo laboral. Cuando supo que yo me venía a Chile en el verano del 23 me propuso lo de la consulta de psicomagia en Santiago. Yo acepté feliz.
Han pasado otros siete años desde que arribó en Chile totalmente renovada, con pareja y un niño. Hoy, con cinco hijos, Rubén, el mayor, nacido en su primer año de teatro en Francia; León de siete; las gemelas Laura y Marina, de cinco años; y el conchito, Darío. Lleva una vida ajetreada, entre la reciente obra “Hojas que caen muertas” de la cual es autora y directora, y la consulta que cada día recibe más interesados en conocer la psicomagia, el tiempo que le queda se lo dedica cien porciento a su familia según cuenta.
La vida doble siempre ha sido una característica que la persigue, aquí en su ambiente es una madre tierna y comprensiva, pero fuera es una fiera de las comunicaciones y la escritura. Sin poder elegir un solo camino, decidió irse por el filo de la navaja, coqueteando con el periodismo y el teatro, sin definirse. Como ella dice “No hay que catalogarse, hay que amarse”
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