Tomando las herramientas del teatro y del periodismo, decidió mezclar sus dos amores, las artes escénicas y la escritura. Actual dramaturga y directora de teatro, su nombre suena fuerte para el Altazor. Hoy nos cuenta sus experiencias más íntimas y abre las puertas de su casa.
Relajada se sienta en su sillón de mimbre para comenzar la entrevista. El vestido de lino blanco le da un aspecto maduro y hippie “Este estilo no me lo puedo sacar con nada, desde siempre y sin querer serlo fui la ‘hippita’ del grupo” dice con una amplia sonrisa. En una terraza llena de rincones adornados, plantas delicadamente escogidas y sonidos de colgantes de madera y campanas, Javiera se muestra como lo dueña de casa que es, simpática y maternal atiende a su hijo más pequeño, Darío de dos años. Nos sirve pasteles y galletas hechas por ella y jugo natural.
Luego de un dialogo distendido, la dramaturga y periodista licenciada de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, Javiera Martinez, nos hace pasar a lo que ella llama “el lugarcillo para pensar”, una suerte de biblioteca-oficina-salita de estar, decorada de libros en las paredes, con cuadros y detalles sin dejar espacio libre, un escritorio con papeles y un computador, y dos sillones listos y dispuestos para sostener nuestros cuerpos y una larga conversación.
— ¿Qué significó en tu carrera literaria y de dramaturgia haber estudiado periodismo?
—Aprendí muchas cosas en esos cinco años, en general no era una alumna destacada, nunca me gustó mucho esa cosa medio formal del periodismo, me aburrían las notas, los reporteos, la verdad es que nunca me vi trabajando de por vida en eso. Sin embargo, fue ahí donde entendí mi gusto por el estudio y la escritura, fue una época de mi vida rica en experiencias que me abrió los ojos en muchos aspectos.
—¿ Que te motivó a dejar Chile y irte a vivir sola y joven a Francia?
—Fueron muchas cosas en realidad, yo siempre tuve muchas ganas de viajar, estaba dentro de los planes ir a estudiar antropología o teatro afuera. Pero tuve que irme antes de lo presupuestado. En marzo del 2016 decidí irme de Chile sola, yo estaba trabajando súper bien en un diario nacional, pero el golpe de estado y la dictadura que empezaba nuevamente en nuestro país era algo, que yo siempre supe, no podría soportar. Pedí asilo en Francia, me lo dieron y comencé una vida totalmente distinta allá, conocí mucho y me instruí en lo que realmente me gustaba, el teatro.
La experiencia Jodo.
Luego de pasar dos años trabajando y estabilizándose en la nueva ciudad de París, la actual destacada dramaturga entró a estudiar teatro en la University of London Institute in Paris. “En un principio trabajé de niñera, limpiando casas, después colaboré en una revista para latinos, y terminé, aunque no lo crean de telefonista, siempre fui buena para los idiomas y el acento que le agarré al francés parece que les gustaba, jajajajaja. Y así me las fui arreglando”. En esa búsqueda de trabajo fue que, premeditadamente, pidió empelo de mesera en un café parisense llamado Le Téméraire de la avenida Daumesnil, cerca del Gare de Lyon. Donde el aclamado escritor y psicomago chileno, Alejandro Jodorowsky, da clases de tarot y psicomagia.
—¿Cómo fue que te hiciste amiga íntima de Jodorowsky?
— Yo desde chica era admiradora de su trabajo, leí sus libros y vi sus películas, no podía perder la oportunidad de conocerlo si estaba viviendo en París. La verdad es que no recuerdo tan claramente como se dieron las cosas para que termináramos trabajando juntos, se que conversábamos mucho cuando aún yo trabajaba ahí, y se formó una amistad, nos llevábamos bien, hablábamos en la misma frecuencia. Luego cuando él supo que yo estudiaba teatro, un día me pidió que actuara para uno de los ritos, y de ahí no paré. Comencé a trabajar en la consulta, para él, pero nuestra relación siempre fue más profunda que solo laboral. Cuando supo que yo me venía a Chile en el verano del 23 me propuso lo de la consulta de psicomagia en Santiago. Yo acepté feliz.
Han pasado otros siete años desde que arribó en Chile totalmente renovada, con pareja y un niño. Hoy, con cinco hijos, Rubén, el mayor, nacido en su primer año de teatro en Francia; León de siete; las gemelas Laura y Marina, de cinco años; y el conchito, Darío. Lleva una vida ajetreada, entre la reciente obra “Hojas que caen muertas” de la cual es autora y directora, y la consulta que cada día recibe más interesados en conocer la psicomagia, el tiempo que le queda se lo dedica cien porciento a su familia según cuenta.
La vida doble siempre ha sido una característica que la persigue, aquí en su ambiente es una madre tierna y comprensiva, pero fuera es una fiera de las comunicaciones y la escritura. Sin poder elegir un solo camino, decidió irse por el filo de la navaja, coqueteando con el periodismo y el teatro, sin definirse. Como ella dice “No hay que catalogarse, hay que amarse”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario