miércoles, 24 de noviembre de 2010

Descripción ovalada de Juan Gómez Millas

El campus Juan Gómez Millas (JGM) de la Universidad de Chile representa en el imaginario colectivo un lugar donde los estudios y el carrete universitario se encuentran en un espacio común.

Y es así, durante años Gómez Millas ha sido uno de los centros neurálgicos del carrete no solo para alumnos de la Universidad de Chile, si no que también para jóvenes ajenos a éste.

El centro de estudios se encuentra en la comuna de Ñuñoa, en la esquina de las calles Macúl con Grecia. Ocupa más de una cuadra y resulta ser un pulmón verde en medio de tanto empinado edificio nuevo. En sus alrededores se emplaza la “Villa los Presidentes”, otro de los barrios típicos de la comuna que acompaña en esta labor ecológica con su gran parque.

Juan Gómez Millas es el único campus de la Universidad de Chile donde se albergan tan distintas ramas del conocimiento, es la casa de filósofos y literarios, científicos físicos y matemáticos, antropólogos, artistas, indecisos y hace menos de una década, comunicadores. Jóvenes que llegan cada mañana por distintas entradas a sus respectivas facultades, en busca de algo más que conocimiento académico. Y es que saben que Juan Gómez Millas y su paso por la U les dejará experiencias que muchas veces habrán aprendido fuera de la sala de clases, y son esas precisamente las que guardarán como reliquias.

JGM es quizás el paraíso del saber humanista clásico, donde todas las áreas del saber comulgan en un mismo lugar y se interrelacionan a través de jóvenes que ansiosos de conocer más, luego de una travesía logran internarse en los pastos de otra facultad, y como es común en una tarde de viernes, el carrete lo permite.

Entre canchas de fútbol y kioscos, son impartidas las clases que logran, como viento, encender en sus alumnos las llamas de conocimiento. Profesores endiosados caminan flotando ante la mirada admiradora de alguna alumna que ve en ellos la divinidad del saber encarnada bajo la evidente calvicie.

La novedad de hace rutina, y las conversaciones que elevadas por el alcohol tocan las copas de los árboles se vuelven cada vez mas comunes. Y muestran una vez más que el esparcimiento es donde finalmente se logra comprender aquello que durante la cátedra se tornó indescifrable.

Los edificios, cada uno con un estilo completamente particular, dejan caer de sus fachadas, los lienzos que como gritos enrostran la conclusión política a la que un grupo de alumnos llegó luego de alguna larga conversación. Los actos políticos son recurrentes en el campus, los alumnos comprenden una vez que entran en el mítico mundo de JGM, que son actores sociales, que son escuchados y que muchas veces deben hacerse escuchar.

Los llamados pastos, hoy son mas bien espacios de tierra con manchones verdes donde se acomodan los perros que abundan, cada uno con su personalidad, al igual que los jóvenes, quienes en busca de sombra o descanso, llegan al tronco de un árbol, a distraerse, a fumar.

Miles de personas han pasado por esta Universidad, cada una con sus ideas, su vestimenta, su cabello alborotado o liso, su grupo de amigos, el recuerdo de las conversaciones, esas que te abren un poco la mente, esas que te hacen ver mas allá de las nubes, cada una con sus ramos fáciles y con los que no pasó. Cada una entregó un poco, y vivió.

Todos juntos armaron un espíritu pluralista, relajado, inteligente y conciente. Se hace presente en la mente y convive con su gente, se transforma en una fuente y desde que llega, el joven ya no es un ente. Está patente, es el recuerdo de los ausentes y la lucha de los exponentes por un mundo que de repente no parece convincente.

Las botellas esparcidas en el pasto y las colillas son una señal del ambiente que se da en las
tardes, los jóvenes comparten siempre después de clases. La necesaria distensión se evidencia en sus caras a la mañana siguiente, sin embargo, llegan listos para atender la clase.

Una sincronía cultural. Política, arte, ideologías e ideales, sueños y fracasos, imbricados entre pastos y tierra, árboles, un espacio natural donde convive un calidoscopio de personas. Caminan se miran, se reconocen y se dan cuenta que atienden al mismo tipo de cuestionamientos, en ese sentido JGM es una semilla constante de conciencias.

El mundo de JGM, es fuera y dentro de las aulas un espacio de aprendizaje, la relación con los compañeros de otras carreras y con los profesores, es un intercambio constante de experiencias, juntos, se arma una conciencia que es capaz de transmitirse, y que crea un dialogo con la sociedad y uno introspectivo.

Bajo el alero de los árboles, una joven pensaba en retrospectiva. Recordaba cuando fue mechona y le decían, “cuando salgas de la U, ya no serás la misma”, ahora lo entendía.

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