jueves, 26 de mayo de 2011

Una tarde de cine y otros personajes

Me subí al metro Trinidad a paso rápido, éste lucía como todas las mañanas y atardeceres en que acudo a él. Sin embargo hubo un detalle que hizo que el trayecto que se avecinaba como el de todos los días resultara más entretenido. En una inesperada sincronización me encontré con un amigo. Vestía distinto, más serio, más adulto. Pareciera que los meses sin vernos hubieran cambiado cosas de nuestras apariencias, pero luego de diez minutos de conversación un tanto nerviosa, la distensión nos ganó, y éramos otra vez los dos adolecentes que sentados en el último puesto de la sala del colegio, desenredaban juntos las problemáticas existencialistas que los aquejaban.

El dialogo fluyó en torno a la hipotética posibilidad de padecer enfermedades crónicas y genéticas. Me dijo: Cacha que a veces siento que no me puedo mover en la cama, antes de dormir. Le pregunté: Como que te cargan?
- Pucha no sé, pero siento que algo me abraza o me aprieta y no puedo respirar.
- Aaah si, a eso le dicen así, se suponen que son como “presencias” que molestan en la noche, pero también dicen que esas sensaciones son típicas de las personas con principios de epilepsia…
- Uuuh, que brigído sería, porque mi tío tiene epilepsia.
- Demá po… si la epilepsia es genética. Cachay que en mi familia dos personas tienen esquizofrenia, y eso también es genético.
- Jajajajja , igual parecí esquiso.

En la estación Simón Bolívar me despedí afectuosamente de mi amigo de apariencia disímil. Me dirigí al cine a ver la nueva entrega del director mexicano González Iñárritu, Biutuful . El Hoyts de La Reina se presenta como el portal de la comuna. En plena Avenida Ossa se levanta el mamotreto azul del que cuelgan lienzos publicitarios de las películas que proyectan en las 16 salas que tiene el cine.

Tres pisos amplios e iluminados estaban repletos a la hora que llegué; la fila para comprar los tikets era larga, sin embargo avanzaba rápido. En la fila serpenteante había numerosas niñas de entre 10 y 14 años, sumamente arregladas y a la moda, cabellos largos y ondulados acompañan sus miradas extasiadas. Escuché hablar a las que estaban frente a mí, hacían cálculos matemáticos para saber cómo repartir el vuelto de las tres entradas que comprarían. Estaban emocionadas, se reían constantemente y miraban enamoradas el lienzo más grande que colgaba dentro del cine, éste ilustraba la caratula de la película del cantante juvenil Justin Bieber, llamada Never say never.

Luego de comprar las entradas, me sentí atraída por las photoshopiadas imágenes de hamburguesas, granizados, papas fritas y otros muchos alimentos, éstas abundaban tras los puestos de comida que había dentro del lugar. En el Hoyts de La Reina hay muchas opciones para saciar el apetito, entre otras se puede comer en un restorán, ya sea el Tip&Tap o el Rokos Pizza. Mientras caminaba por el lugar pensaba en la inmejorable idea que tuvieron los dueños del cine al permitir entrar con cualquier comida a la sala, hasta pizza.

También hay otras alternativas llamativas para comer: cabritas, completos, jugos y smoothies, chocolates, cafés, sorprendentes pizzas en cono, crepes –salados y dulces-, o churros 2.0. Yo caí por estos últimos, los había rellenos de maní, dulce de leche, frambuesa, nutella, y bañados en chocolates de todos tipos o chips de colores.

Con mi churro de chocolate relleno de dulce de leche en la mano, entré a la empinada y oscura sala. La mitad de los acolchados asientos burdeos estaban ocupados, me senté junto a dos jóvenes que hablaban con un volumen más alto de lo normal para una sala de cine. Ambos tenían los pies sobre el respaldo de los asientos de adelante y se reían a carcajadas de tallas que sólo ellos comprendían. Se bajaron aún más las luces y comenzaron los tráiler de los próximos estrenos.

Suele suceder que en ese momento, el de los trailers, me bajan unas ansiosas ganas de plantarme todos los días frente a la pantalla grande. De cinco películas que muestran, me juro ir a ver al menos tres de ellas, lo que comprueba la eficacia de márquetin que tienen esos 10 minutos de oro. Finalmente nunca voy a ver todas las películas que me propongo, ya que a ese paso todo el dinero con el que cuento caería en las manos de los usureros dueños del cine Hoyts.

Los dos chicos de mi lado seguían conversando a pesar de que el film ya estaba comenzando, los escuchaba hablar de que “Ojalá la película sea buena, el guatón dijo que era buena, pero como para viejos”. El otro chico opinaba que debían salir, que no le tincaba, que “el guatón” les regalaría otras entradas y que entraban a otra más de jóvenes para ellos supongo. Uno de ellos llamó inoportunamente por teléfono al “guatón”, quien al parecer es un trabajador del cine que les regaló las entradas, en la llamada “don corrupto”, como lo llamé en mi mente, los intenta convencer de que se queden en la sala ya que la película es buena, aunque triste, le cuenta el chico del celular a su acompañante.

Pasada una hora de dentro de la sala, y cuando a mi parecer empezó a agarrar más fuerza la trama, ambos jóvenes se levantaron de sus asientos hastiados de tanto diálogo. Y salieron ruidosamente, imagino a recibir otro par de entradas gratis. Al parecer la película no era lo que ellos esperaban ver, las expectativas una vez más son el agravante de la situación.

A las dos horas cuarenta y cinco de película, ésta concluyó y ahora era yo la que salía de la sala, empapada en las lágrimas que me invadían desde hacía media hora. El trayecto en metro de vuelta fue vergonzoso, mis ojos hinchados y mi llanto incontenible llamaban la atención de los pasajeros que me miraban con cara de espanto. Las expectativas dicen que una joven de mi tipo debe ser sonriente, escarbé en sus ojos e intente saber que pensaban. Para ellos lo más probable era que algún jovencillo de mi edad me haya roto el corazón de manera incalificable. Difícil de suponer resultaba la verdadera razón, es que una buena trama y dirección, más la inmejorable actuación de Bardem no suele ser causal de llanto mayoría de las jovencitas.

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